Cuando éramos chicos los grandes decidían por nosotros. Crecer tal vez sea empezar a tomar tus propias decisiones. Crecer tal vez sea empezar a entender lo valioso de la vida, los afectos. La mentira es un bálsamo que enferma, la verdad a veces es un dolor que cura. La verdad duele, pero te lleva a casa. Nosotros estamos en una odisea, pero le damos pelea y siempre, siempre estamos rumbo a casa. Como podemos, a los golpes, a los tropiezos, estamos en un viaje de decisiones, decisiones que te pueden cambiar la vida. Todos arriba del mismo barco, llorando juntos y riendo juntos, sabiendo que la mejor manera de cuidarte es cuidando a los demás. Mi mamá me lo decía, “la vida es una rueda”, y recién ahora lo entiendo, y lo acepto y ruedo con ella. Me fui de casa lleno de miedo, de tristezas, de vacíos. Hoy vuelvo a casa, sobre todo con coraje y mucho amor. Lo importante es no apartarse del camino, viajar siempre rumbo a casa, rumbo a vos mismo, a tu corazón. Empezamos este viaje lleno de preguntas ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? Si fallamos, si no encontramos lo que venimos a buscar… Nos fuimos al pasto, pegamos volantazos, algunos palos también nos pegamos, pero aprendimos. Tuvimos que quedarnos sordos, ciegos y mudos para poder enfrentar nuestra misión. Necesitábamos dejar atrás ese niño que fuimos para ponernos de pie y vivir esta odisea. Perdimos muchas cosas en este viaje. Pero nos animamos, nos atrevimos, viajamos. Somos los mismos, somos distintos... Jamás se termina de aprender.

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